Por Sergio Beltrán,

arquitecto forense e integrante del Consejo de Ruta Cívica

Con certeza científica, no conocemos las razones por las que el edificio de Bolívar 168 colapsó (Leer aquí el testimonio de Fernando, cuya hermana falleció en ese derrumbe). Hay líneas de investigación que indican que la estructura publicitaria que estaba en su azotea jugó un papel determinante en las oscilaciones que causaron la falla de sus columnas y trabes. Pero no todos los edificios que colapsaron hace 5 años tienen estructuras publicitarias: cada edificio tiene sus propias razones por las que cayó.

Hace 5 años, aquí, Álvaro Obregón 286 fue el colapso con mayor numero de fallecimientos. ¿Por qué se cayó?

Decidí contestar esta pregunta con una investigación utilizando metodologías de arquitectura forense, que es una recalibración de las herramientas del pensamiento y representación de la arquitectura para investigar los rastros materiales que las violencias dejan–como huellas de un crimen–sobre los materiales.

La arquitectura forense reconoce que las violencias jamás tienen solo una causa –como lo sostienen los ex-dueños de Álvaro Obregón 286–sino que ocurren en un campo de causalidades donde múltiples fuerzas interactúan.

El edificio de AO286 tenía muchas huellas de fuerzas que actuaron para causar su colapso, y usé la arquitectura forense para pensar en el edificio como si fuese una especie de sismógrafo capaz de detectar, registrar y presentar evidencias de diferentes fuerzas que actuaron sobre él en conjunto para causar su colapso. De esta forma se articulan

las fuerzas de las placas tectónicas, la desecación de lagos y los reglamentos de construcción para revelar la destrucción sísmica no sólo como resultado de los terremotos, sino también como un acontecimiento complejo enredado con la violencia ambiental y la negligencia institucional.

Quisiera contarles como cada fuerza actuó sobre el edificio para que juntxs podamos comprender no sólo por qué este y otros edificios se cayeron hace 5 años, sino también entender que seguimos viviendo en riesgo de que en cualquier momento ocurra otro sismo que ponga en peligro nuestras vidas y hogares.



La primera fuerza de tres es la tectónica.

Todos sabemos que la ciudad de México es uno de las metrópolis más expuesta a temblores. ¿Por qué Álvaro Obregón 286 resistió el sismo de 1988 de M8.1 y no al sismo de 2017?

En pocas palabras, es porque cada sismo es completamente distinto, no solo en magnitud, sino también dependiendo si es un sismo de falla o de subducción, la distancia al epicentro, la dirección de las ondas. Dependiendo de estas variables, un sismo va a generar ondas que afectan diferencialmente a edificios
según su altura y su tipo de suelo. El sismo del 19 de septiembre de 2017 en particular afectó a los edificios de 7 a 10 pisos que estaban sobre suelo de fondo de lago, o Zona III según el reglamento de construcciones. Estas características coinciden con las condiciones de Álvaro Obregón 286: era un edificio de 7 pisos en Zona IIIa.

En 1959 se aprobó la construcción de Álvaro Obregón 286 con una altura de 6 pisos, pero en 2017 colapsaron sus 7 pisos.

La segunda fuerza corresponde a la desecación.

Son las fuerzas que desde hace 5 siglos intentan reconfigurar la cuenca del Valle de México para maximizar su superficie útil para la extracción de valor. Normalmente, el agua que en época de lluvias que cae aquí se estanca y lentamente se evapora en los meses de secas. Desde finales del siglo XVI hasta el día de hoy, incontables gobiernos han diseñado y construido infraestructuras para desecar los lagos. Esto ha causado un fenómeno que todos conocemos como el “hundimiento” de la Ciudad: la subsidencia.

Casi todos hemos visto edificios en el Centro Histórico que se han “enchuecado” por la subsidencia: eso es evidencia de que las propiedades mecánicas del suelo están cambiando. Se han realizado estudios
científicos que modelan cómo, conforme avanza la desecación de esta Cuenca, edificios que fueron calculados para un tipo de suelo posiblemente ya no son seguros porque cambiaron las propiedades mecánicas del suelo.

En 1997 se detectó un desplome de 15cm en el Edificio de Álvaro Obregón 286: un señales clara de que un edificio se asentó de manera irregular por los cambios que han sufrido los suelos.

Cito unas palabras del reporte del 4 de abril de 1997, elaborado por la Secretaría de Obras y Servicios del Departamento del Distrito Federal:

“Se detectó que el inmueble presenta un asentamiento hacia el oriente de aproximadamente 15cm, lo que ocasiona un desplome del edificio originando que esté en contacto con el edificio marcado con el numero 284 de la misma calle de Alvaro Obregón: en estas condiciones existe el peligro de que ambas estructuras choquen ante la acción de un sismo intenso. Por lo anterior, no se recomienda rentar el edificio de Álvaro Obregón 286.”

Poco más de 20 años después, pasó exactamente lo que describió el reporte.


La tercera fuerza final fue la violación al reglamento de construcciones, la corrupción inmobilaria.

A través de la reconstrucción en 3D del edificio con base en planos arquitectónico y fotografías, así como el cuidadoso estudio de los 6 reglamentos de construcciones que tuvieron vigencia durante y después de la construcción de AO286, encontré indicios de violaciones a los artículos 71, 143, 176, 178 184, 231, 233 y diversas disposiciones de las las Normas Técnicas Complementarias de Diseño Sísmico,

Adicional a la evidencia que presentó el edificio, quiero insistir en que los expropietarios ni sus representantes legales han presentado evidencia de haber reportado ni corregido los daños observados en 1997. Adicionalmente #AO286 era un edificio con la categoría B1 Caso 6, y como tal, debió cumplir revisiones estructurales cada 5 años o después de un sismo de magnitud mayo como lo hubo 12 días antes de su colapso. Los ex-propietarios no han presentado tales certificados ni copias completas de los planos del edificio.

La evidencia de las tres fuerzas: la tectónica, la desecación y la reglamentación revelan que el colapso de AO286 como una forma de gobernanza sísmica en la que el Gobierno de la Ciudad de México, por un lado, impone estrictas normas de construcción para contrarrestar los temblores, mientras que, por otro, deteriora progresivamente el suelo sobre el que se cimentan los edificios, al tiempo que no persigue a quienes infringen la ley, perpetuando así la violencia ambiental e institucional que conduce a la muerte y la destrucción.

Es falso que los edificios solo caen porque tiembla.

¿Cuántos edificios se caerán en el próximo sismo porque no los hemos asegurado?

¿Cuántos edificios que hace unos años eran seguros y que hoy ya están en riesgo porque su suelo está cambiando por la desecación?

¿Cuántos edificios se saben en riesgo, cuantos reportes de ellos no habrán en manos de autoridades –como pasó en AO286– que no hacen nada para aplicar la ley y obligar que sean seguras y no lo sabremos hasta que sea demasiado tarde?

Necesitamos actuar hoy con el conocimiento que tenemos de los colapsos de ayer para evitar las tragedias del futuro. Necesitamos memoria, y necesitamos espacios ciudadanos donde podamos hacer este trabajo.

En otras palabras, necesitamos un memorial que reconstruya los vínculos entre nosotrxs y el entorno medioambiental que habitamos.

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